El invierno ha sido bastante duro, pero por fin podemos disfrutar de la primavera y el verano en toda su gloria. Es el mejor momento para explorar los parques y jardines, que se convierten en auténticos hervideros de zumbidos, aleteos y feromonas.
No todos los bichos son bienvenidos: los jardineros se la tienen jurada a hormigas, ácaros, hongos y bacterias que atacan las plantas ornamentales. Otros -como la mariquita, que se alimenta de pulgones- les ayudan a controlar las plagas. Y la mayoría simplemente aporta su nota a la biodiversidad de estos oasis urbanos, mucho más poblados de lo que sospechamos.
Algunos de sus diminutos inquilinos, a menudo invisibles a los ojos humanos, son el escarabajo de suelo, de la familia Carabidae, que da buena cuenta de los otros invertebrados que conforman su dieta, como caracoles, babosas y demás indeseables del jardín; la típula, una mosca inofensiva que se alimenta principalmente de vegetales en descomposición; o la chinche asesina (Rhinocoris iracundus),
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