Además del esqueleto cartilaginoso, los tiburones se diferencian de otros peces en sus dientes. No los tienen fundidos en quijadas y los reemplazan de forma muy rápida. La mayor parte de los tiburones tienen el cuerpo alargado y de forma cilíndrica. En cada lado de la cabeza tienen entre cinco y siete hendiduras branquiales, aunque algunas especies tienen una apertura adicional llamada espiráculo. Muchos de ellos tienen el hocico puntiagudo.
Las especies actuales se reproducen por medio de fertilización interna. Los machos poseen una aleta para introducir su esperma en la hembra y los embriones están protegidos dentro de unas pequeñas cápsulas. La sangre de los peces cartilaginosos es diferente a la de los peces con esqueleto óseo ya que posee una elevada concentración de urea y óxido de trimetilamina. Estas dos sustancias ayudan a los tiburones a mantener los fluidos del cuerpo en equilibrio con el agua de mar. Sus aletas son rígidas. Y tienen la piel cubierta de unas escamas llamadas placoides.
Los tiburones son animales muy adaptados a su medio. A lo largo del tiempo, han desarrollado órganos susceptibles a la más mínima gota de sangre, o a la menor vibración o movimiento. Los tiburones tienen buen sentido de la vista. Todas estas características, unido a que han desarrollado un cerebro superior al resto de los peces, les hacen los depredadores del mar.
Durante aproximadamente 400 millones de años, los tiburones han ido evolucionando. Esto les ha permitido ir adoptando diferentes formas y tamaños, creando nuevos órganos, desarrollando sus sentidos, etc. Este proceso evolutivo tiene su resultado en la diversidad de especies que existen, hoy en día 368 especies de tiburones reconocidas.
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